escuchar: percibir la materia / sofi guggiari
Habla pero no la escucho. No logro escuchar lo que dice. Me pierdo entre tanta palabrería y murmullo. Escucho si, una respiración grave y amenazante. Muy cerca de ella. Tan cerca que se con-funden. Viene de atrás, de arriba o del costado. No la deja hablar. Ella se da cuenta pero no va a decir nada. Escucho también el pesado esfuerzo que hace para no despertar la bestia. Le respira en la nuca. Yo le digo algo sobre esto pero tampoco escucha. Me desespera e insisto otra vez. Y entonces con los ojos de odio y sin mover la boca, me dice: de a poco, no vayas tan rápido, no quieras imponer lo tuyo, a mi también me desespera mi quietud. Me detengo. La respiración que la persigue es mucho más profunda de lo que creía. Mi exigencia con ella me hace escuchar la propia. Ahora escucho algo nuevo, su miedo. El mio. Pero también escucho el deseo, que sostiene la escena. Un deseo inquieto de empezar a hablar.
¿Qué hacemos los terapeutas cuando escuchamos? Otra pregunta posible sería ¿que escuchamos los terapeutas?. ¿Qué hacemos y con qué moléculas conectamos? ¿Con que materia trabajamos? También podríamos preguntar ¿Qué relación hay entre la escucha y nuestras formas de vida? Y si, ¿escuchar es una práctica política? ¿Se puede escuchar sin objetivos? ¿sin querer medir, captar, curar? ¿Cómo escuchar creativamente? Quiero decir, ¿existe esta relación entre escucha, creatividad, transformación y psicoterapia? Entonces, ¿cómo hacer de la escucha un acto de experimentación? ¿Se puede escuchar un color? ¿Una imagen? ¿Escuchar es percibir un estado? ¿Aseverar un deseo? ¿Producir un acontecimiento?
Lo primero que quiero arriesgar es que escuchar no es algo que hacemos pasivamente con los oídos: percibir con un órgano sensaciones determinadas. Fijense que la idea de que escuchamos solo con los oídos y lo que se escucha son solo sonidos, es una idea profundamente histórica y política. Es una de las formas hegemónicas en la que se consolida el poder. El poder del poder: el de la normalidad. Y en donde quizás resida nuestro profundo problema: el de la capacidad de imaginación.
Escuchar es percibir. Sentir una multiplicidad de diferencias entre materias. Captar las frecuencias de vibración de los componentes vivos de un ecosistema en particular. Relieves. Intensidades. Sonidos. Vibraciones. Espesuras. Densidades. Entonces podría decir también que entonces se pueden escuchar imágenes, pensamientos, ideas, escenas, líneas de acción. ¿De dónde vienen? ¿Que son? Efectos múltiples del contacto con esas materias que están vivas en nosotrxs. Escuchar se trata entonces no solo de percibir la materia sino de percibir los efectos de ese encuentro.
Escucho si, una respiración grave y amenazante. Muy cerca de ella. Tan cerca que se con-funden. Viene de atrás, de arriba o del costado. No la deja hablar.
Si bien podríamos decir que escuchar requiere de dirigir nuestra atención en algo y predisponer nuestros sentidos en un arrojo, una apuesta. Es por ahí. Podríamos decir también que escuchar implica a un cuerpo extrañado de sí mismo. Extrañado de su función. Un cuerpo sin organización. No hay órgano que realice una función fija en relación a algo determinado del mundo.
con las orejas = sonidos
En todo caso escuchar, tiene algo de desobediencia. Un cuerpo que escucha está más allá de lo obvio y lo dado. Falla en la producción obligada y presunta. Falla, porque no solo se escucha con las orejas. Se escucha con el pecho, la garganta. Con el estómago. Con la sequedad de la boca. Con la temperatura del cuerpo. Cuanto más desorganizadas estén nuestras funciones corporales más escuchamos, más atención prestamos. ¿Atención flotante o más bien cuerpo sin órganos?
Se percibe de otro modo distinto. Se perciben cosas muy diferentes a las que se esperan. Se escuchan materias nuevas y no necesariamente las que serían correctas a escuchar. Se ven, se sienten, se huelen informaciones ciegas a la normalidad. Se percibe lo que está vivo y produciendo efectos en un mundo, en un vínculo, Se percibe aquello que no se deja tan fácil pescar. Se escucha un pesado esfuerzo. Una respiración tan cerca que se con-funden. ¿Se escucha el miedo, del otrx, el mio? Acaso, ¿no son lo mismo? ¡No invente! Eso no se puede escuchar. Fabulación propia. ¡Escuche sin arriesgo, sin imaginación!
Hay que estar a disposición de las invenciones que efervescen en unx. Invenciones como diferencias, anomalías, extrañamientos insoportables. Confiar en ellas. Arriesgarse. ¿No es acaso esta la relación entre escucha y creatividad? Pero ojo, no con narcisismo. Confiar no es colonizar, ni atrapar. Escuchar no se trata de medir o imponer. Si no más bien, dejarse afectar. Pasar verguenza. Explorar la desorientación. Entregarse.
Ahí es donde se produce el peso de la escucha. La nula velocidad. El desierto. La caída.
Escuchar es estar antes del tiempo.
Creo fervientemente que percibir es pensar, producir, imaginar, soñar, inventar. Escuchar es ir más allá. Un poco, siempre un poco más allá de lo que se presenta. Estado caótico. Entre una profunda soledad y con un pueblo adentro nuestro.
Escuchar no es una práctica relegada al psicoterapeuta o al psicoanalista. Es una práctica política, vital, artística. Tendría que ser una problemática de todxs. Porque en la escucha está el modo de hacer mundo. Práctica relacional y compositiva. Que no se diseña en el lenguaje de la competencia ni la rivalidad.
Más bien, desorientación y pérdida de rostridad. Ahí el procedimiento. Nuestra contra-política. Por qué escuchar es el primer contacto con el mundo. Es tocar el lenguaje del cosmos.

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